MARATHON SEVILLA ‘2005: «Mi primera vez».

Cuando se cumplen 3 meses de la celebración de la Marathon Sevilla’2005; nuestro compañero JOSÉ ANTONIO GONZÁLEZ MEDINA, no ha querido dejar de contarnos sus cuantiosas vivencias de su primera MARATHON, ya que fueron muy gratas y excepcionales; convirtiendo los míticos 42’195 Kms en un experiencia maravillosa.

Esta es su historia…

¡Hola amigos!. Quizá contar mi experiencia en la Marathon de Sevilla esté ya fuera de tiempo, no de lugar. Sin más preámbulos…

Cuando decidí correr una marathon, hace ya un año, me propuse cumplir con dos premisas básicas para mí, que me permitieran afrontar la mítica distancia con cierta seguridad. Estas dos premisas eran:
1ª- Haber corrido, al menos, diez medias maratones.
2ª- Haberlo hecho por debajo de 1h 30’.

Estas dos cuestiones quedaron resueltas en la media marathon de Santa Pola: era la 10ª y el tiempo 1h 28’ me reafirmaba en mis convicciones.
Ya por estas fechas el volumen de entrenamientos que estaba llevando a cabo de la mano de nuestro “personal training” Fran, estaba dando sus frutos, pues los últimos kilómetros en Santa Pola, lejos de hacerse duros, como en otras carreras, me confirmaron el buen estado de forma en que me encontraba ya que conseguí terminar prácticamente a ritmo de series, en los miles.

El último mes de cara a Sevilla me pasa más lentamente y empiezo a desear que llegue el momento, entre otras cosas porque los entrenamientos, que han subido de kilómetros semanales me resultan largos. Por estas fechas entreno seis días a la semana y aunque muy ligeramente supero los 100 kms semanales.

Durante los últimos días voy recabando información sobre cómo debe afrontarse este primer reto. Leo revistas y sobre todo hablo con Fran y Cipri (maestros ya en esto de las carreras), también con Nacho (con el que coincido un día en las pistas) y con Gonzalo.

De toda esa información saco tres conclusiones que luego intenté llevar a la práctica a rajatabla:
1ª- Beber en todos los avituallamientos.
2ª- Tener claro el ritmo al que quería ir.
3ª- Paciencia, mucha paciencia, a pesar de que me encuentre bien.

La última semana noto sensaciones raras en las piernas, pero los expertos me dicen que es psicológico. Me doy un par de masajes y espero impaciente que llegue el sábado, día en que salimos hacia Sevilla.

La mañana del sábado es magnífica (20 – 22º). Vamos al Estadio a recoger los dorsales y luego a tomar unas cañas por el centro y a comer. Tras la comida descansamos en el hotel un par de horas, porque tenemos un rodaje de media hora, que luego se convierte casi en el doble. El tiempo ha ido cambiando y empieza a ponerse muy feo: viento fuerte, amenaza de lluvia… Reconozco que cuando me voy a dormir estoy tan cansado como cualquiera de esos días en que había entrenado 18 ó 20 kms.

Tardo en dormirme porque no hago más que dar vueltas a la carrera, aunque durante los meses previos he ido preparándome mentalmente y estoy muy concienciado. Estoy satisfecho con los entrenamientos y sé que si no hay ninguna lesión, el trabajo realizado debe dar sus frutos.

El despertador suena a las seis de la mañana para desayunar con tiempo. Ya había aprendido que en estos casos es bueno llevar tu propio desayuno, porque a esas horas no hay nada abierto. Cuando me dispongo a tomarlo descubro que el café con leche sabe mal (supongo que no habría cerrado bien el termo y por eso se había estropeado).
¿Y ahora qué?. Menos mal que soy persona que no suelo ponerme nerviosa. Salgo de la habitación con la idea de buscar alguna cafetería cerca del hotel, pero me acuerdo que José Enrique suele comprar leche y algunos dulces en algún super cercano. Me acerco a su habitación y desde fuera oigo que tanto él como Vicente están despiertos. Llamo y entro. Les explico lo ocurrido y me ofrecen leche. Voy a buscar mis cereales y desayuno con ellos. Hablamos sobre lo que nos espera y comentamos que llueve a mares.

Quedamos a las 7’30 en el hall del hotel para salir hacia el Estadio. A esa hora nos juntamos con los demás y pedimos los taxis necesarios.

Sigue lloviendo y la temperatura ha bajado bastante, estamos a 4 ó 5 grados. Sin embargo me encuentro perfectamente recuperado y me gusta que esté lloviendo. Subimos al taxi Vicente, José Enrique, mi mujer y yo, y medio en broma, medio en serio, les comento que puede haber sorpresas. Me encontraba tan bien que presagiaba una buena carrera.

En el Estadio esperamos que lleguen los demás. Los que íbamos a correr nos dirigimos al interior y las mujeres se van a desayunar.
Calentamos en los pasillos del Estadio y nos aplicamos vaselina por todo el cuerpo, para protegernos del frío y del agua. A continuación nos dirigimos hacia la salida (que estaba a unos 500 mts del Estadio).

Fran y los demás arrancan a un ritmo que yo no puedo seguir y prefiero ir “a lo mío”. Cuando llego a la salida sólo veo a José Enrique. Juntos esperamos el pistoletazo de salida y nos deseamos suerte. Es el momento de la verdad, ahora ya no hay excusas. Estoy allí y hay que correr, a pesar de la que está cayendo.
Voy junto a José Enrique los primeros metros, pero poco a poco se va distanciando. He decidido que cogeré tiempos cada seis kilómetros para que no me coincidan con los avituallamientos. Aún así miro el crono en los tres primeros kilómetros.
Km 1: Paso a 5’ “clavaos”. Es un ritmo cómodo y dentro de lo que había pensado (entre 4’50” y 5’ el Km).

Km 2: A 5’03”. Decido aumentar un poquito el ritmo porque voy demasiado cómodo. A estas alturas trato de ir sorteando los charcos, pero me doy cuenta que es una tontería y a partir de aquí piso en el suelo sin miramientos.

Km 3: El reloj marca 14’43”, o sea 4’40” el último km. Con este paso ya me sitúo en la media kilométrica que buscaba.

Km 6: Ya hemos abandonado la Isla de la Cartuja y “pico” el primer parcial en 28’36”, a una media de 4’46”. ¡Magnífico!.
Un poco más adelante me encuentro a un paisano de Cáceres del Club Navalmarathon de Navalmoral de la Mata. Cruzo unas palabras con él y voy dejándole.
Km 10: Me encuentro en un grupo numeroso y entablo conversación con un atleta de Berga (Barcelona). Hablamos sobre los tiempos que buscamos y me comenta que irá sobre 3h 30’. En principio, creo que puede ser un buen compañero de viaje, porque me comenta que ha hecho ya varias maratones, además yo sigo al mismo ritmo y me encuentro bien.

Km 12: Tomo el 2º parcial: 28’15”. Voy estupendo, a pesar de que en esta zona (Avda. Kansas City) el viento y el agua nos azotan sin piedad.
A estas alturas me he fijado en un pequeño grupo que llevo delante, a unos 25 mts, encabezado por dos atletas que visten la camiseta de la legión. El compañero de Berga me dice que siga hacia delante, que él no se ve con fuerzas. La lluvia me impide ver e intento limpiarme las gafas con la mano, pero no consigo lo que pretendo.

Km 18: El crono me da un parcial de 27’54”. Sigo en progresión y no siento la más mínima molestia ni cansancio. Ya empiezo a ver a los primeros atletas que se detienen paralizados por el intento frío; otros buscan guantes de látex en los puestos de la Cruz Roja y las sirenas de las ambulancias suenan sin pausa, buscando gente que ya no puede continuar.

Km 21: Pasamos la media maratón y pregunto a otro atleta por el tiempo que llevamos. Me dice lo que luego confirma el tiempo oficial: 1h 39’40”. Estoy por debajo de lo esperado, pero es ahora cuando empieza la verdadera carrera: lo desconocido.

Km 24: Marco el parcial más rápido: 27’28”. Sigo viendo a corta distancia a “mis dos liebres” (los legionarios). A pesar de que voy muy bien me mantengo expectante y procuro controlar el ritmo.

Km 30: La precaución me hace pasar un poquito más lento: 28’11”, pero sin rastro de molestias o agotamiento. Uno de los legionarios empieza a quedarse y le supero. Como en cada uno de los avituallamientos anteriores (cada 2,5 kms.) tomo la botella de agua, el vaso con bebida isotónica y el trozo de naranja. Este ritual lo repetí en todos y cada uno de los puestos que encontré.

Km 36: El parcial es de 28’22”, prácticamente igual que el anterior. Mentalmente estoy entero y empiezo a vislumbrar la posibilidad de terminar la carrera. Por el contrario, físicamente noto ligeras molestias en los isquiotibiales, pero no me preocupan demasiado.

Km 38: Las molestias se agudizan y prefiero no arriesgar. Decido parar unos segundos, darme un pequeño masaje y reemprender la carrera. Al principio lo hago muy suavemente y poco a poco voy cogiendo ritmo. A todo esto, mi grupo de referencia se encuentra ahora a unos 200 metros. Las molestias no vuelven a aparecer y decido ir en progresión.

Km 40: Cruzamos el último puente (creo que el de La Barqueta) y entramos de nuevo en La Cartuja. Ya se huele la meta. Al paso por ese punto me emocioné de tal manera que rompí a llorar, porque comprendí que iba a terminar mi primera marathon. Entre la alegría y el llanto consigo pasar al 2º legionario y a un grupo de corredores que me habían precedido desde los inicios. Sentía que volaba y pasaba corredores que, igual que yo, ya acariciaban la meta.

Km 42: Estaba situado unos metros antes de la entrada al Estadio. Aquí el crono me indica un parcial de 28’41”, que a pesar de haberme detenido está muy bien. Hago los últimos 195 metros a tope y aún en el túnel sigo pasando gente. Al salir del túnel giro a la derecha y a 50 metros …..”LA META”. El tiempo es increíble: 3h 18’ 49”. Ni en mis mejores sueños me habría atrevido a pensar que conseguiría una marca así.

Me dirijo hacia la grada, con la mirada, buscando a mi mujer y a las demás mujeres. Después del saludo cruzo el césped del Estadio corriendo en busca de la ducha. Estaba tan emocionado que ni siquiera tengo la imagen de cómo es el Estadio Olímpico por dentro.

Cuando salgo de la ducha y me encuentro con los demás nos fundimos en un abrazo y nos felicitamos. Pregunto por los tiempos y todos están muy satisfechos. La única mala noticia ha sido el abandono de Román.

La experiencia ha sido fabulosa y las sensaciones increíbles. Sólo faltó que la carrera hubiera terminado con una vuelta completa a la pista. Tal como acabé, hubiera disfrutado enormemente.
He de agradecer especialmente a Fran y a Cipri los ratos que hemos compartido durante este crudo invierno. Sin su compañía, los entrenamientos hubieran sido más duros. También a los compañeros del club con los que, de una u otra forma, he compartido carreras que me han servido para dar el paso definitivo. Y por último a mi mujer y a mis hijos por la paciencia que han tenido y por el tiempo que no les he dedicado, así como por el entusiasmo que han puesto en esta aventura.

A los que queréis hacer una 1ª Marathon y aún no os encontráis seguros os daría un humilde consejo: «tened paciencia y no os precipitéis, pero no abandonéis la idea porque con entrenamiento y un poco de sacrificio terminaréis consiguiéndolo. La experiencia, desde luego, es única».

Un saludo,
de vuestro compañero del Atletismo Club MANCHATHON,
José Antonio González Medina.

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